domingo, 20 de abril de 2008

Si te comes un limón sin hacer muecas



EL POZO

El charlatán predica delante del pozo. “Quien se tire dentro”, dice, “será feliz”. Los que nos detenemos a escucharlo contenemos la curiosidad con una expresión incrédula. Pero estamos atentos. Por un lado, porque el hombre sabe hacerse escuchar y, por otro, porque no tenemos nada mejor que hacer. A diferencia de otros pozos, éste se hizo popular cuando, con la ayuda de una megafonía sensacionalista, el charlatán empezó a anunciarlo como si de una atracción de feria se tratara. No cobra entrada, sólo pide la voluntad. Después de semanas de pensar mucho en ello, un día me tiro. Previamente le pago lo que considero justo a cambio de escucharle decir “serás feliz”, así, sin dar más detalles. En un primer momento, la excitación me impide experimentar nada especial. Caigo, eso sí que lo noto, y también percibo que el pozo es muy oscuro, y que el agujero por el que me he metido se aleja rápidamente. Sin ver nada en absoluto, siento que la oscuridad se ensancha y que, aunque no dispongo de ninguna prueba que lo confirme, no estoy solo. Grito. Vuelvo a gritar. Como nadie responde, deduzco que los demás también están gritando y que si no los oigo es porque cada cual debe de gritar para sí mismo. Caigo, Y me caigo todavía más. Nunca habría imaginado que sería un pozo sin fondo. Pero, cuando me tentó para queme tirara, el charlatán no especificó, sólo dijo que, si lo hacía, sería feliz. Y lo cierto es que, mientras me precipito hacia unas tinieblas todavía más intensas que las de hace un rato –o las de hace meses, o las de hace años, ahora eso carece de importancia-, acompañado por otros seres que tan sólo intuyo, quizá si soy más feliz de lo que era antes, Pero resulta difícil decirlo porque de antes no me acuerdo, oye.


Muy buenos cuentos sobre los que Enrique Vila Matas, que escribió en la contraportada: "Al final acabas comprendiendo que Pámies te ha vendido como breve lo que en realidad es un libro interminable, infinito"

Para muestra, un botón, dice el refranero popular. La paradoja en el devenir cotidiano nos permite reconocernos en los cuentos de Sergi y a la vez sentir la magia y fantasía que la realidad encierra sin que la mayor parte de las veces podamos percibirla en la vorágine del "llego tarde, llego tarde" de nuestras vidas en la urbe. Aquello que Lewis Carrol, en "Alicia en el país de las Maravillas" profetizó sin intención alguna en palabras del conejo blanco y su enorme reloj contra el tiempo.

Me lo regaló anTón con muchísimo cariño y sin haberlo leído. Eso nos pasa algunas veces: un libro nos atrae o intuímos que puede ser bueno y va a gustar, lo regalamos y además nos gustaría leerlo .

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1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Con muchisimo cariño y un "te quiero"anTón.

20 de abril de 2008, 20:59  

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