Berlin, una princesa, una plaza y un lector

Ana me regaló en navidad la novela Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin que leí en el autobús al ir y volver del trabajo. Releí también Una princesa en Berlín de Arthur R.G. Solmssen. Dos novelas completamente diferentes sobre el Berlin de los años 20 en los que ya comienza a fraguarse la hecatombe. Dos clases sociales, dos formas de vida cuyo lugar común es una ciudad encantada, sobria y bulliciosa al mismo tiempo.
Berlín es enorme, pecadora y mística, culta y bullanguera. Ave Fénix que vende su paño en cofre cerrado pero llama a gritos a los jóvenes de corazón y acoge amigable al visitante sin que apenas lo perciba.
En Berlín te sientes en casa, rezuma tranquilidad si la paseas, acción si la deseas e imagino que también si la trabajas.
Mis chascarrillos, -llueve, nada...,es cala bobos-, despistan a Sebastian y hacen que Ana ponga los ojos en blanco porque tiene que explicarle lo que significa. Yo me río de la travesura que cometí sin darme cuenta.
Berlín se busca a sí misma entre sus fantasmas y la necesidad de olvidar recordando y retomando apasionadamente su brillante pasado cultural, festivo, acogedor y cosmopolita. Ver, palpar, pasear el laberinto de Peter Eisenman,recuerdo al holocausto, es pura sensación vital: Se siente la soledad, el miedo, la incertidumbre, la opresión. La omnipresencia del muro, sus restos monumentolibertad, su trazo por las calles, indivisible ya, es paralelo a la perenne alegría por su desaparición.
Climátológicamente, no fuí en la mejor época del año y sin embargo me gustó mucho. La imaginé vestida de primavera y me gustó más todavía.
La visita a Leipzig fue práctica, turística y familiar. Llovía, lo que hizo incómodo el paseo por la ciudad aunque no por ello dejamos de disfrutarla. La gastronomía de ese día fue típicamente alemana y casera. Degustamos cocina tradicional en un restaurante y merendamos las ricas tartas de la madre de Sebastian y café.
Y más, mucho más...
Etiquetas: en voz baja, familia
2 comentarios:
No recuerdo mi alumbramiento. No recuerdo como cortaron mi cordón umbilical. No recuerdo mis primeros pasos, mis primeras palabras, mis primeros llantos. Pero sí recuerdo que ahí, en todos esos momentos, estabas tú. Sé que estabas ahí, porque cuando hoy te miro, veo todo el amor que has vertido, empleado, invertido en mí. Siento tu angustia tras nuestras discusiones, tu orgullo en mis éxitos, tu apoyo en mis fracasos, tu comprensión en mis errores, tu consuelo en mi sufrimiento. Por todo ello, por quererme sin reservas, sin esperar nada a cambio, por tratar de hacer de mi una persona mejor, por amarme como tan solo una madre puede hacerlo, por más cosas de las que jamás podré confesar, por todo, muchas gracias! ^_^
... mi niña, sé que puedes entender que ni aquí, ni ahora que acabo de leer lo que me has escrito, pueda decir palabra alguna. También sé que sabes lo que estoy sientiendo y que te quiero, Mum.
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