Primera vez otra vez
¡Mi primera vez! las primeras veces siempre son difíciles, pero el Taller de uso de Móvil que hemos dado tres compañeras, Paloma, Esther y yo, el pasado martes 10 de febrero en un Centro de mayores, ha sido una experiencia gratificante, divertida y ¡espeluznante!
He aprendido un montón de cosas -más que ellos de mi, seguro- estaban contentos y estuvimos muy a gusto. ¡Y pidieron más! Por recomendación de Esther -que nos apoyó con mucha discreción y cariño- los dividimos en tres grupos según el nivel de conocimientos a criterio de los alumnos, por supuesto cada uno con su casuística y conocimientos personales. Como no podía ser de otra forma, utilicé la circunstancia para crear un espacio común en el que todo el grupo se enterara de las preguntas hacían individualmente con insistencia porque era lo que más les interesaba. Cuando sentía que se me desmadraba "la clase" hacía un “T” y les preguntaba si algo no quedó claro y si ya entendían y conocían lo que estábamos aprendiendo en ese momento y ya nos centrábamos todos.
El material que nos enviaron era justo lo que necesitábamos, fue muy de agradecer y era de esperar dada la experiencia de cibervoluntari@s. Llevé unas fotocopias para repartir, les gustaron mucho e incluso preguntaron si había que pagar algo (les dije que no, claro). Se quejaron amablemente de que era poco tiempo y sugirieron que les encantaría tener otro taller. Contesté lo que se me ocurrió por sentido común en ese momento: que lo pidieran al centro y que informaríamos a los coordinadores.
Salí preguntándome si habré conseguido enseñar algo a mi grupo porque las ganas de aprender a utilizar el móvil y estar un rato de peñote eran superlativas. No creo que diera una clase magistral pero estoy segura de que algo aprendieron porque estaban encantados. Yo también lo estuve con ellos, además conocí a Esther y me reencontré con Paloma compañera de cursillo de formación en el que tan bien lo pasamos y tantas cosas aprendimos. Y ¡cómo no! comer en Casa Mingo fue todo un acontecimiento porque hacía milenios (desde estudiante en la UCM), que no iba a por allí.
He aprendido un montón de cosas -más que ellos de mi, seguro- estaban contentos y estuvimos muy a gusto. ¡Y pidieron más! Por recomendación de Esther -que nos apoyó con mucha discreción y cariño- los dividimos en tres grupos según el nivel de conocimientos a criterio de los alumnos, por supuesto cada uno con su casuística y conocimientos personales. Como no podía ser de otra forma, utilicé la circunstancia para crear un espacio común en el que todo el grupo se enterara de las preguntas hacían individualmente con insistencia porque era lo que más les interesaba. Cuando sentía que se me desmadraba "la clase" hacía un “T” y les preguntaba si algo no quedó claro y si ya entendían y conocían lo que estábamos aprendiendo en ese momento y ya nos centrábamos todos.
El material que nos enviaron era justo lo que necesitábamos, fue muy de agradecer y era de esperar dada la experiencia de cibervoluntari@s. Llevé unas fotocopias para repartir, les gustaron mucho e incluso preguntaron si había que pagar algo (les dije que no, claro). Se quejaron amablemente de que era poco tiempo y sugirieron que les encantaría tener otro taller. Contesté lo que se me ocurrió por sentido común en ese momento: que lo pidieran al centro y que informaríamos a los coordinadores.
Salí preguntándome si habré conseguido enseñar algo a mi grupo porque las ganas de aprender a utilizar el móvil y estar un rato de peñote eran superlativas. No creo que diera una clase magistral pero estoy segura de que algo aprendieron porque estaban encantados. Yo también lo estuve con ellos, además conocí a Esther y me reencontré con Paloma compañera de cursillo de formación en el que tan bien lo pasamos y tantas cosas aprendimos. Y ¡cómo no! comer en Casa Mingo fue todo un acontecimiento porque hacía milenios (desde estudiante en la UCM), que no iba a por allí.
Etiquetas: cooperación
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