domingo, 2 de noviembre de 2008
Manifiesto de los acantilados

- ¿Te imaginas? -me dijo- La tierra estremeciéndose y estas rocas saliendo del mar y levantándose inmensas hacia el cielo. En la expresión de su cara, sus agotados ojos brillaban admirados imaginando lo que había sucedido millones de años atrás. Su firme barbilla se sobrecogía en la contemplación.

JC me envió el llamado Manifiesto de los acantilados, no pude evitar recordar Cabo Ortegal.
Dice entre otras muchas cosas:
1.- Repudiamos resueltamente la tristeza y la fealdad. Creemos que los acantilados, el mar, las montañas, los volcanes, la brisa cantábrica y el viento pueden resguardarnos de la hipocresía del mundo. Detestamos los rascacielos por extrovertidos, y les oponemos el sencillo atrio de la Parroquia de San Antonio.
6. El espíritu se porta en la sangre y se transvasa misteriosamente a las palabras, y sólo pueden compulsarlo en los sueños los verdaderos iniciados y quienes posean el genuino conocimiento angélico.
8. No hay alma más refulgente en el universo que la de una mujer, sobre todo si hubiera pretendido rehuir del mundo tratando de ser azafata o, incluso, convertirse en monja de clausura. Inconscientes de su propia luminosidad, algunas han buscado ocultarse en las nubes o en alguna oscura mazmorra, lo que hace más evidente su resplandor. Afirmamos que su alma es la única chispa increada e increable que ha dado origen a todo.
12. Decretamos la inutilidad del tiempo y el engaño perpetuo de la razón, así como la inexistencia de los postulados geométricos. La menor distancia imaginaria entre dos puntos no es una recta, sino una aurora boreal. La eternidad es el lapso que media entre el silencio y la mirada. La verdad no es la concordancia entre lo que se dice y lo que se ve, sino entre lo que no se dice y es.
14. La locura no consiste en hablar en voz baja, mirando el mar o mientras se toma un té por la mañana de domingo viendo a Cédric o leyendo a Ásterix, aunque postulamos la superioridad existencial de Tintín. La auténtica locura consiste en ser ventrílocuos del silencio.
17. Pensamos que la esencia del arte reside en la contemplación, y no en vender y comprar. Sabemos que en la estética contemporánea prevalece lo superfluo y lo ridículo por sobre lo profundo y eterno. Y nos produce emoción más honda contemplar el palpitar de las lagartijas paradas tomando el sol sobre una piedra que una lata de sopa Campbell’s de Andy Warhol.