Flores y tres amores

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Las flores (Lilium,s) que Ana me envió desde Berlín el día en que las madres solíamos recibir un dibujo espontáneo de nuestros hijos. Éste fue un dibujo excepcional porque ella está lejos y vino a pasar ese día conmigo en el olor y la belleza de las flores. Ella huele a leche y miel desde que nació, y aunque le creció la nariz (no por las mentiras, sino porque se arriesgó y ganó), también le creció el corazón. La comida estaba pendiente desde hace unos años, si años, entre mi ahijada María y yo. Ellas organizaron y nos juntamos al fin los cuatro para celebrar que aprobó la laboriosa oposición aunque en realidad fueron dos: la de Fiscal y la de Oficial. Eduardo mi cariñococinero preparó la ensalada, yo preparé unas doradas al horno, de postre helado y lenguas de gato que nos trajo la "cantaora" de temas leguleyos. Ana tan hermosa siempre, con sus ojos verdes y la risa contenida, el inicio de la que ilumina el mundo cuando se abre del todo. Disfrutamos de la compañía, de la conversación, de descubirnos un poquito entre nosotros. Pero sobre todo, disfruté de tener a tres de mis amores conmigo. Ruedan ya por la vida y sus incertidumbres, sus esperanzas y deseos, sus luchas y satisfacciones. Llevan los niños que fueron escondidos entre los pliegues de sus tripas, entre los golpes de su corazón y las volutas de su cerebro. Y seguirán siempre ahí, para su bien y para su mal, aunque a veces no los reconozcan ni ellos mismos. Me sentí feliz de ver en sus ojos la inmensa alegría de vivir y el enorme deseo de construir sus vidas con mucha fuerza. También vi en ellos, la inocencia primigenia que no perdemos nunca aunque algunos la mantengamos enterrada entre la ambición, la codicia, el miedo, la frivolidad, el consumismo y la ceguera ante nuestro el reflejo en los espejos de quienes nos aman. Y más. ... O no.

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