Dedicado a quien amo

Sé que estas mirando la luz que irradian los bordes de la felicidad. Es algo que se nos incrusta pronto, la primera vez que sufrimos, quizá más adelante, o es posible que hoy mismo. En este momento ya sabemos que la felicidad es un terreno resbaladizo, incongruente, paradójico y poco accesible. Pero casi siempre logramos entrar en él: por la sonrisa, por la alegría del recibimiento y la tortilla de patata, las largas charlas de sobremesa, las sardinas, la empanada, la cena en tu casa y la ensalada. En los regalos y las ofrendas.

En el mar que suena blanco y no deja que lo miren del todo. En el café del termo, las historias por las que fruncimos el ceño o reimos a carcajadas. En los helados, en el pan y las bollas de diferentes tactos, las chuletas, los criollos y los rojos. En la silla que cae a cámara lenta porque está la tierra inclinada y salvaje. Las llamadas para el acuerdo y los turnos de recogida, en las mismas fotos de cada año y sus protagonistas. En las hortensias, la parra, las pitiminí y el pozo.

En las celebraciones en el sexto pino o las cantinas, antaño en excursiones, y cuando surgen las anécdotas de los cativos, o nuestras aflicciones y confidencias. En el fresco del final de la tarde.
Como con todos los que amé y amo: el mundo se ilumina cuando sonries. © Teresa C.B. ©