Cinturón de seguridad para todos los niños

Mientras comía las deliciosas lentejas repuntadas que preparé esta mañana, vi una vez más este anuncio, y dejando que se asienten antes de dormir algo de siesta, haré un análisis de su publicidad porque es ferozmente connotativa.

Las campañas de tráfico suelen ser muy buenas, los anunciantes ponen todo su empeño en transmitirnos -y lo consiguen- lo dura que puede ser la vida tras sobrevivir a un accidente de tráfico, o para los que quedan aquí si el resultado es la muerte de un ser querido.

Pero esta vez, en su buenhacer y afán de seguir removiendo nuestras conciencias, han derivado su contenido por derroteros que, a mi entender, no son positivos para el objetivo que se busca. Son incluso confusos y básicamente refuerzan un estereotipo: el del hombre maltratador que, aunque indeseablemente existe y es absolutamente reprobable y penalizable, no debería sobrepasar los límites de su terrible idiosincrasia.

Entiendo que no ponerle el cinturón a un chiquillo en el coche puede ser un acto de maltrato hacia el menor por la irresponsabilidad que supone, pero resulta muy llamativo e incluso escandaloso, que se establezca un grueso y bien atado lazo con el varón como maltratador por excelencia.

No es lo mismo, porque de entrada no todos los hombres son maltratadores, ni siquiera en potencia. Como continuación, también las mujeres conducen coches con niños (me atrevo a asegurar que la mayoría de las veces).

Es un anuncio claramente sexista y deberían retirarlo.

Podría tener un matiz diferente si en vez de implicar sólo al padre, implicaran a ambos padres, en plural, dejando abierto el mensaje a la responsabilidad compartida.

Si añadimos una mirada dolorosamente reprobatoria entre ambos, el contenido publicitario del anuncio sería lo que inicialmente pretende, una llamada de atención hacia la toma de conciencia de las consecuencias de nuestros actos más cotidianos.