viernes, 10 de agosto de 2007

El inquisidor de la teología de liberación

Ya viene el que condenó a la ‘hoguera’ a miles de cristianos de base
Hendrik Vaneeckhaute - julio 2006
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Benedicto XVI, o mejor dicho Joseph Ratzinger, en su papel de inquisidor, se dedicó en los años 80 a asesinar un movimiento de base, uno de los más fuertes de los últimos siglos dentro de la iglesia. Un movimiento que se puso del lado de los explotados y empobrecidos, mientras los dictadores bañaban América Latina (y África, Asia, …) en la sangre de sus pueblos con el silencioso beneplácito de la jerarquía eclesial. No merecían ningún escrito del inquisidor los pecadores que violaron la base principal de cada religión: el respeto a la vida humana. Pinochet, Duvalier y muchos asesinos más no fueron objeto de alguna crítica, ni condena. Al contrario, los obispos que en su día compartían el poder y se llevaban mejor con los dictadores criminales formaron parte del conclave que eligió al nuevo Papa. Los sacerdotes que se fueron a vivir con los campesinos y los indígenas para defenderlos de la explotación, de la represión y del terrorismo de estado, sí fueron condenados como herejes siendo “un peligro fundamental para la fe de la Iglesia”. En un documento borrador (“Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación”, 1984) que se filtró a la prensa y que finalmente fue cambiado por las presiones recibidas, Ratzinger definió la teología de liberación como “la gran herejía de nuestro tiempo” y estipuló que “La teología de la liberación constituye un peligro fundamental para la fe de la Iglesia, porque se trata de una nueva forma de comprensión global y de realización del cristianismo en su totalidad, y que por esto cambia todas las formas de la vida de la Iglesia, su constitución jerárquica y sacerdotal, la liturgia, la catequesis, las opciones morales. Se trata de una nueva interpretación del cristianismo, cuya gravedad no se valora suficientemente porque no entra en ninguno de los esquemas tradicionales de herejía”. A los religiosos que entran en la política desde la izquierda, se les aparta de su parroquia o de su profesión como teólogos, por ejemplo. A los obispos que no cesan de meterse con la política desde la derecha más conservadora, se les premia con ascensos en la carrera religiosa. Mientras en el estado español se inicia un proceso de paz que pueda acabar con decenas de años de conflicto, a la Conferencia Episcopal no se les ocurre pedir a los católicos rezar por la Paz, no, se les pide rezar por la unidad de España. Ese estado que sólo pudo formarse a base de sangrientas conquistas y de la limpieza étnica de la mano del la misma Iglesia. Nada ha cambiado en los últimos 500 años. “No juzguen, y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados” La iglesia se posiciona como defensor de la vida humana, pero llama pecadores a aquellas personas que prefieren defenderse de la muerte causado por el SIDA, utilizando un preservativo. Así condenan a la muerte lenta a millones de personas en países dónde aún goza de mucha influencia y dónde la población vive en la miseria tras siglos de explotación brutal estimulada y justificada desde la Santa Sede.

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