viernes, 10 de agosto de 2007

Biocombustibles: la ‘gasolina’ de la destrucción

Agrocombustibles: deforestación, desplazamiento forzado, explotación laboral, cambio climático
10-08-2007.- Hendrik Vaneeckhaute
Los mal llamados biocombustibles son anunciados por las autoridades europeas y norteamericanas como solución para hacer frente al cambio climático y la creciente escasez de los hidrocarburos. Detrás de este engaño masivo –cada vez se publican más informes que dan prueba de ello– están las grandes multinacionales del sector automovilístico, petroquímica y agroindustria que han encontrado la forma de seguir con sus actividades lucrativas en términos capitalistas, pero destructivas en términos del medio ambiente, incluido el ser humano. La Comisión Europea, junto con los políticos de la Casa Blanca, desde hace mucho defienden los intereses de las multinacionales, y para ello no desestiman esfuerzo alguno. Lo que está en juego es todo el modelo económico capitalista basado en el crecimiento de los beneficios financieros, un modelo totalmente insostenible y destructor, pero al cual no se quiere renunciar. Existen muchas alternativas para combatir el cambio climático, como son el ahorro energético, la promoción de la agricultura ecológica local y de escala pequeña a mediana (perfectamente capaz de producir todos los alimentos necesarios), dejar de promover los medios de transporte menos eficaces (como son los aviones para distancias cortas y los trenes de alta velocidad), promover el transporte público, dejar de promover el consumismo, acabar con los paraísos fiscales, la introducción de una ecotasa para los productos más contaminantes, etc. Pero todo ello son alternativas demasiadas eficientes: acabarían con beneficios de unos pocos, para redistribuirlos para muchos.El engaño empieza ya con el nombre utilizado: ‘bio’, significa vida, cuando en realidad lo que se está provocando con los biocombustibles es la muerte masiva de biodiversidad, la destrucción de formas de vida indígenas y campesinas, hasta cobrar de forma directa miles de vidas humanas. Además, la palabra ‘bio’, también es un término protegido legalmente para hablar de productos ecológicos (biológicos u orgánicos) y tiene en el público en general una connotación positiva. Hablar de biocombustibles por parte de las autoridades y las grandes empresas beneficiadas es un engaño nada inocente. Aunque sería más exacto hablar de necrocombustibles, tal como lo sugiera Frei Betto, una palabra más acertada podría ser agrocombustibles, o incluso se podría hablar de agroindustria-combustibles.
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Conclusiones. La locura económica actual hace circular los productos de consumo de forma innecesaria, gozando de todo tipo de subvenciones, -por ejemplo el Reino Unido en 1997 importó 126 millones de litros de leche y exportó 270 millones de litros de leche- o sobre distancias enormes, trayendo judías desde Etiopía o flores desde Colombia en aviones climatizados. La sinvergüenza y la hipocresía de los gobiernos europeos apoyando los crímenes contra la humanidad del gobierno estadounidense, líder mundial en violación de los Derechos Humanos y destrucción del medio ambiente, es un ejemplo claro que a estos no les importan nada los DDHH o el medio ambiente. Pero no hace falta ir a EEUU, las mismas multinacionales europeas con el apoyo de los gobernantes, son las que corrompen, saquean, destruyen y contaminan en África, Asia o América Latina todo lo que está a su alcance. Los agrocombustibles son la excusa perfecta para no hacer absolutamente nada al problema en el fondo: el derroche de energía en Europa y Norteamérica, un estilo de vida completamente insostenible y una economía basada en el crecimiento de los beneficios (a través del consumismo y la especulación). El modelo económico actual está basado en el principio de los beneficios concentrados y en la generalización de los costes: contaminación global, destrucción generalizada del medio ambiente, aumento de las enfermedades respiratorias, destrucción de estilos de vida comunitarios, etc. La rapidez y la contundencia de las medidas tomadas por la Comisión Europea y los gobiernos norteamericanos (obligación para distribuir y usar los agrocombustibles) contrastan con la ‘dejadez’ para introducir medidas de otro tipo. Ahora no estamos escuchando a los defensores del falso libre mercado y de la no-intervención del estado que en otros asuntos defienden la actuación ‘libre’ de las multinacionales. Igual de fácil sería aprobar las medidas contra los paraísos fiscales. Igual de fácil sería la introducción de un impuesto sobre las transacciones financieras internacionales (la Tasa Tobin). Igual de fácil serían las medidas para obligar la distribución y el uso de alimentos ecológicos. En los últimos 40 años no se ha logrado erradicar el hambre de los países empobrecidos, pero ahora, en sólo 5 años, se ha conseguido que se cultiven millones de hectáreas, no para alimentar a su población, sino para alimentar a los coches de los ricos. Y en caso de que estos países se queden con algún porcentaje pequeño de los beneficios financieros que sacarán las grandes multinacionales, éste estará destinado al pago de la deuda. El negocio sigue redondo…

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