Miserias o virtud
El problema fundamental de todo esto es que la humanidad, casi al completo, cree que la historia es lineal. Esta es una idea progre muy extendida. Sin embargo, yo soy de los que creen que la historia es cíclica o, a decir de Nietzsche, es "esférica". Lo que significa, simple y llanamente, que las civilizaciones, como aseguraba Spengler, nacen, se desarrollan y mueren como todo bicho viviente.
Esta desesperación antinatura (prometeica dirian algunos menos radicales que yo) es lo que favorece esa linealidad (esa fatalidad lineal) que no es sino una carrera contra reloj hacia la nada (Heidegger). El hombre moderno (y fundamentalmente el progre) cree en una "humanidad superior" pretendiendo ocultarnos que esa "humanidad superior" YA EXISTIÓ.
A todo esto, la energia (salvo que alguien descubra algo mejor) es finita. Y justamente ahí empiezan los problemas: pueblo de Roma ¿queréis biocarburantes?, pues os subiremos las tortitas, el pan y el agua. ¡Jódete Catalina! En fin, es el drama cotidiano de nuestro tiempo.
Eso es. Aunque tenía entendido que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma… Otra cosa es que lo hagamos a tontas y a locas. Otra que nos reproduzcamos como por esporas. Otra es que no permitamos morir en paz a los que les llega la hora. Es lo que hay. Otros no tienen suerte y están buscando a sus muertos bajo las ruinas, silenciosamente, casi sin que el mundo se entere. Otra cosa es que somos bichos destructivos y depredadores por excelencia.
Caníbales, ambiciosos y viciosos. Van otros a ayudar a Perú y nos identificamos como monjas caritativas en atender a los pobres en su agonía, así nos sabemos solidarios y buenos. Vivimos de mentiras, de muchas mentiras importantes, porque peores que las que contamos a los demás, son las que nos contamos a nosotros mismos.
Por supuesto que las civilizaciones mueren, lo diferente hoy , es que disponemos de recursos muy sofisticados para dar los últimos coletazos. Mueren como morimos ahora en los fríos hospitales, a base de máquinas, medicinas, y reanimaciones. La agonía dura mientras el cuerpo aguante, que pueden ser años...
Y ese hombre superior del que hablas, si existió seguirá existiendo, y si no existió, jamás existirá. El hombre siempre estará desesperado porque siempre temerá que el cielo caiga sobre su cabeza porque, entre otras muchas cosas, otros hombres mentirosamente superiores y muy mentirosos no nos sacan del error, sino al contrario abundan en él para su beneficio.
Y no es un miedo antinatura, ni siquiera lo es el propio miedo, al contrario, es absolutamente, natural, animal y primitivo. El miedo atenaza nuestra libertad, la capacidad de respirar y de mirar el mundo serena y "circularmente", o "estética y esféricamente", (como Nietschze).
Con tanta sofisticación, la "civilización neoliberal, depredadora y tecnológica" nos conduce a todos a una agonía sin fin y muy dolorosa, porque somos espectadores de primera fila de la mierda que les dejamos a nuestros hijos.
Cuando entro en el mar en verano, pienso que es un amante, y me pregunto cómo sería adentrarme en él hasta que me poseyera sin poder resistir más. Entonces hago el muerto durante un buen rato, me dejo mecer por las olas con el cuerpo totalmente relajado, sin oír nada y sintiendo la frialdad del agua cual sensación “post-mortem”. Una delicia. ©Teresa C. B.©
Esta desesperación antinatura (prometeica dirian algunos menos radicales que yo) es lo que favorece esa linealidad (esa fatalidad lineal) que no es sino una carrera contra reloj hacia la nada (Heidegger). El hombre moderno (y fundamentalmente el progre) cree en una "humanidad superior" pretendiendo ocultarnos que esa "humanidad superior" YA EXISTIÓ.
A todo esto, la energia (salvo que alguien descubra algo mejor) es finita. Y justamente ahí empiezan los problemas: pueblo de Roma ¿queréis biocarburantes?, pues os subiremos las tortitas, el pan y el agua. ¡Jódete Catalina! En fin, es el drama cotidiano de nuestro tiempo.
Eso es. Aunque tenía entendido que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma… Otra cosa es que lo hagamos a tontas y a locas. Otra que nos reproduzcamos como por esporas. Otra es que no permitamos morir en paz a los que les llega la hora. Es lo que hay. Otros no tienen suerte y están buscando a sus muertos bajo las ruinas, silenciosamente, casi sin que el mundo se entere. Otra cosa es que somos bichos destructivos y depredadores por excelencia.
Caníbales, ambiciosos y viciosos. Van otros a ayudar a Perú y nos identificamos como monjas caritativas en atender a los pobres en su agonía, así nos sabemos solidarios y buenos. Vivimos de mentiras, de muchas mentiras importantes, porque peores que las que contamos a los demás, son las que nos contamos a nosotros mismos.
Por supuesto que las civilizaciones mueren, lo diferente hoy , es que disponemos de recursos muy sofisticados para dar los últimos coletazos. Mueren como morimos ahora en los fríos hospitales, a base de máquinas, medicinas, y reanimaciones. La agonía dura mientras el cuerpo aguante, que pueden ser años...
Y ese hombre superior del que hablas, si existió seguirá existiendo, y si no existió, jamás existirá. El hombre siempre estará desesperado porque siempre temerá que el cielo caiga sobre su cabeza porque, entre otras muchas cosas, otros hombres mentirosamente superiores y muy mentirosos no nos sacan del error, sino al contrario abundan en él para su beneficio.
Y no es un miedo antinatura, ni siquiera lo es el propio miedo, al contrario, es absolutamente, natural, animal y primitivo. El miedo atenaza nuestra libertad, la capacidad de respirar y de mirar el mundo serena y "circularmente", o "estética y esféricamente", (como Nietschze).
Con tanta sofisticación, la "civilización neoliberal, depredadora y tecnológica" nos conduce a todos a una agonía sin fin y muy dolorosa, porque somos espectadores de primera fila de la mierda que les dejamos a nuestros hijos.
Cuando entro en el mar en verano, pienso que es un amante, y me pregunto cómo sería adentrarme en él hasta que me poseyera sin poder resistir más. Entonces hago el muerto durante un buen rato, me dejo mecer por las olas con el cuerpo totalmente relajado, sin oír nada y sintiendo la frialdad del agua cual sensación “post-mortem”. Una delicia. ©Teresa C. B.©
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