domingo, 8 de julio de 2007

La vida es líquida

http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=566


TODO FLUYE
Lo dicen los filósofos y por algo será: todo fluye, todo cambia, todo se mueve, las cosas mudan, lo líquido es la esencia misma de la vida. “Y lo que entra por un lado, sale por otro”, habría añadido el bueno de Guido Reni –autor de este Baco con el que hoy abrimos Elmanifiesto.com- en unos tiempos en los que la gente no hacía tantos ascos a los ciclos naturales de las cosas. Y entre todo ese fluir, ¿no hay nada que permanezca, nada estable, nada sólido? Sí, por supuesto: ese Baco, es decir, nosotros, los espíritus que asistimos al perpetuo curso de la vida. Es llamativo que todos los defensores del fluido eterno, desde el mismísimo Heráclito, hayan pasado por alto este pequeño detalle: si podemos ver que todo fluye es porque hay alguien que no se mueve nunca, y ese “alguien” somos nosotros, los hombres; no nosotros como individuos, que efectivamente pasamos como fluidos manriqueños y vamos a dar a la mar, que es el morir, sino nosotros como comunidad, como pueblo, como tradición, como herencia. Por eso la tradición es tan importante: es lo que nos perpetúa, es el punto de referencia fijo desde el cual podemos constatar, entre otras cosas, que todo fluye. Y esa es también la razón por la cual, en medio de la universal mudanza, hemos de saber mantener un punto quieto de apoyo. Esto es un conservadurismo bien entendido. Y lo demás, un interminable fluir.
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Estoy de acuerdo en que los logros y avances positivos para los hombres y las comunidades, deben permanecer.
Por ejemplo, la Seguridad Social. Actualmente la sanidad española es descentralizada y está gestionada por las Autonomías. Fue creada por el dictador Francisco Franco, universalizada por el socialista Felipe González, y transferida a las diferentes Comunidades Autónomas por mandato constitucional. Su "fluir" parece fluctuar entre lo que nos cuentan, lo que nos quieren hacer creer y lo que vivimos.

Estuve esta semana en un hospital de la Comunidad de Madrid, por lo que llamaron un "presíncope", mareillo, vamos. Como he de cuidarme cual flor de invernadero, fui a parar a una sala de urgencias para realizar un análisis y descartar algo más importante.
Previamente, la enfermera de la empresa me había pinchado para abrir una vía en el brazo izquierdo "por si acaso". Sentada en un sillón de los 14 ó 16 que había alineados en ambas paredes de la sala de urgencias, de pasada, la enfermera me preguntó algo a lo que tuve que contestar ¡a mi no me han hecho ningún análisis! ¿Cómo que no, si tiene ud. una vía en el brazo? - Esta me la hizo el médico del trabajo.
Se fue con cara de sota (pobriña, la verdad es que trabajo tienen a esgalla) y volvió con los artilugios necesarios para abrir otra vía en el brazo derecho y proceder a sacarme sangre para el análisis.
Me sentí como cuando llegas a un bar, y la mesa en la que te has sentado está todavía con la cerveza vacía y la taza de café terminada de los anteriores clientes: el camarero da por hecho que estas servido y no acude a atenderte.
Cuando le pregunté por qué me pinchaba de nuevo, contestó que desconfiaba de "las vías de fuera". -Entonces, quítamela por favor, es desagradable y molesta. -Ah! no, por si acaso es necesaria. Casi me da un patatús (presíncope es demasiado científico para lo que yo sentía en ese momento). Enfadada, preocupada, cansada y no sin temor por lo que podría estarme pasando, pudo más la hartura que todo ello. Subrepticiamente me fui al baño a mis cosas y me quité la vía que me molestaba. (Nadie se dió cuenta). Luego fuí a dar una vuelta, suero en ristre, a ver si encontraba a algún familiar/amig@ que me trajera mis apuntes de Software Libre, para echarles una ojeada, no quería "ver" demasiado.
Como la analítica era de las que tardan en dar resultados y no permitían estar a ningún familiar conmigo pues tenía capacidad de valerme por mi misma, los despedí prometiendo que los llamaba cuando estuviera lista. Me puse a leer los apuntes de mis estudios, y justo cuando había conseguido concentrarme y enterarme de lo que leía dadas las circustancias y el entorno, me llamaron para darme los resultados, el alta y las recomendaciones pertinentes. Llamé, vinieron a buscarme y fin.
Pero no puedo dejar de pensar y decir, que, si hay infierno, está aquí. No sólo hay uno, sino varios. Entre ellos están las salas de urgencias de los hospitales.
Y no por ello olvido que soy una privilegiada, que la sanidad de mi pais es de lo mejor, que los profesionales actúan impecablemente, etc. Pero la mala gestión, la carencia de personal, y sabe dios qué propósitos perversos de derivaciones a la sanidad privada (sobre esto podría construir otro relato) la están minando por la parte más débil y más difícil de reconstruir, las raices: La contratación de personal y la organización.

Al menos la sanidad madrileña, la de l@s os@s.
© Teresa C.B. ©

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